Historia del LSD, Parte 1




19 de Abril, 1943: Preparación de una solución acuosa de 0.05% de dietilamida del ácido lisérgico tartrato.
4:20 P.M.: 0.05cc (0.25 mg LSD) [250 microgramos] ingeridos oralmente. La solución no tiene sabor.
4:50 P.M.: No hay rastro de efecto alguno.
5:00 P.M.: Pequeño mareo, inquietud, dificultad para concentrarme, disturbio visual, marcado deseo de reír…
           -Albert Hofmann

De todas las sustancias que estimulan los poderes visionarios de la mente, el LSD es la más potente. Pertenece a una clase de substancias que pueden ser divididas en dos grupos. Un grupo ocurre naturalmente el hongo ergot y en miembros de las familias de las glorias de la mañana y de la Argyreia nervosa. El otro grupo es producido de manera semisintética, siendo el LSD el miembro más destacado. Ambos grupos  exhiben una estructura química de cuatro anillos cristalinos. A diferencia de la mayoría de las moléculas psicoactivas relacionadas con los psicodélicos, las cuales son llamadas aminas, las relacionadas con la familia del LSD son todas amidas.
En un curioso círculo de coincidencia, el conocimiento de la psicoactividad del grupo natural surgió sólo después de la síntesis del LSD por el Dr. Albert Hofmann, quien es responsable del pasaje escrito al principio de la entrada. Diferente al resto de los químicos que en su momento estudiaban únicamente compuestos sintéticos, Hofmann se vio atraído al estudio de sustancias naturales  para fines de los años 20. Bajo la supervisión del Dr. Arthur Stoll, quien aisló el primer alcaloide del ergot en forma puramente química, Hofmann sintetizó luego unos cuantos análogos (compuestos altamente similares) del ergot  en Sandoz Pharmaceuticals en la ciudad de Basilea, Suiza.

*Nota: Toda la información respecto a la historia del LSD es tomada de la Enciclopedia de Psicodélicos de Peter Stafford, específicamente la tercera edición expandida.

Las primeras experiencias con LSD

La síntesis de análogos del ergot en el laboratorio de Hofmann resultaron en la construcción de muchos derivados nuevos del ácido lisérgico. Muchos de estos resultaron ser útiles en medicina, especialmente en obstetricia, geriatría y tratamiento de migrañas. El vigésimo quinto compuesto de la serie producida por el equipo (codificado en el laboratorio como LSD-25) era esperado resultase un estimulante circulatorio y respiratorio dada su estructura molecular. En 1938, experimentos llevados a cabo con animales mostró efectos de constricción uterina fuerte e inquietud general en los sujetos de prueba. Estos resultados no fueron de interés para el personal de Sandoz por lo que cesó toda investigación futura.
No obstante, en la primavera de 1943, Hofmann sintió un “presentimiento peculiar”. Pensó que el LSD-25 podría tener otras propiedades además de las observadas en la investigación inicial. Por esto se decidió a re-sintetizar el compuesto con la intención de enviar nuevamente a Sandoz para una examinación futura. Esto era “en cierto sentido, poco común,” escribió en su autobiografía, “dado que las sustancias experimentales eran, por regla, descartadas definitivamente para el programa de investigación una vez encontradas irrelevantes en el aspecto farmacológico.”
En el curso de la recristalización de “sólo unos pocos centigramos” (centésimos de un gramo) para su análisis, algo extraño le sucedió al Dr. Hofmann.

De repente me volví extrañamente ebrio. El mundo externo comenzó a cambiar como si se tratase de un sueño. Los objetos parecían ganar relieve; asumían dimensiones inusuales; los colores se volvieron más brillantes. Incluso la autopercepción y la percepción del tiempo se vieron modificadas. Con los ojos cerrados surgía una corriente ininterrumpida de imágenes fantásticas de una extraordinaria y vívida plasticidad y acompañadas por un intenso juego de colores en patrones caleidoscópicos. Luego de dos horas, la no desagradable ebriedad que había experimentado estando aun completamente consciente, desapareció.
La de Hofmann fue la primera experiencia humana con LSD, un accidente que nunca hubiese ocurrido bajo cuidadosas condiciones de laboratorio. “Es posible que una gota haya caído en mis dedos y haya sido absorbida por la piel”. Una gota.
El agente psicodélico más poderoso conocido hasta entonces era la mescalina. Para recibir los efectos psicodélicos, un humano de cuerpo promedio debía absorber un tercio de gramo o más de la sustancia. Sin embargo, el LSD es cerca de cuatro mil veces más poderoso que la mescalina. Una gota en la piel, probablemente entre 20 y 50 microgramos (una millonésima de gramo, abreviado mcg.), fue suficiente para propiciar a Hofmann un ligero viaje de unas dos horas de duración. Si el LSD fuese sólo mil veces más poderoso que la mescalina, Hofmann no hubiese sentido los efectos mentales.
No obstante los sintió. Tres días después se resolvió a aplicar un análisis metodológico a su descubrimiento accidental.

Dr. Albert Hofmann, descubridor del LSD (fotografía tomada en 1981 por Jeremy Bigwood).


Con gran curiosidad, Hofmann empezó por ingerir un cuarto de miligramo (250 mcg), con intención de aumentar la dosis en caso de ser necesario para completar una descripción entera de los efectos de la droga. Al menos esa era su intención.
Cuarenta minutos después de la administración de la primera dosis conservadora, surgió una reacción enormemente más poderosa que la anterior; esta fue la primera experiencia humana intencional de LSD. Hofmann fue incapaz de continuar su descripción en sus notas de laboratorio ya que “las últimas palabras pudieron ser escritas con gran dificultad”:

Le pedí a mi asistente que me acompañase a mi casa pues creí que mi condición sería una repetición de la alteración que había tenido el previo viernes. Mientras viajábamos en bicicleta, sin embargo, se me hizo claro que los síntomas eran muchísimo más fuertes que la primera vez. Tuve una gran dificultad para hablar coherentemente, mi campo de visión se mecía frente a mí, los objetos se distorsionaban como imágenes en espejos curvos. Tuve la impresión de ser incapaz de moverme del lugar aunque mi asistente luego me comunicó que pedaleamos siempre a muy buen ritmo…

Esperando otra corta “no desagradable ebriedad”, Hofmann encontró ser “una sobredosis substancial” la dosis extremadamente pequeña que había ingerido, causando una disrupción profunda en la percepción ordinaria.

“El hecho de que quienes estaban presentes se veían como coloridas máscaras grotescas; una fuerte agitación alternada con paresia; la cabeza, el cuerpo y las extremidades a veces se sentían frías y entumecidas; un sabor metálico en mi lengua; la garganta seca y marchita; un sentimiento de sofocación; momentos alternados de confusión y alta claridad respecto a la situación.
Perdí completo control del tiempo; espacio y tiempo se volvieron más y más desorganizados y me sobrecogió el miedo de estar perdiendo la cordura. Lo peor de todo fue que era claramente consciente de mi condición y no podía hacer nada para pararlo. Ocasionalmente me sentía fuera de mi cuerpo. Pensé que había muerto. Mi “Ego” se suspendió en algún lugar en el espacio y contemplé mi cuerpo yaciendo muerto sobre el sofá. Observé y registré claramente que mi “alter ego” se estaba moviendo alrededor de la habitación, sollozando.”

Un doctor llegó luego de que Hofmann hubiese arribado “el pico de la crisis” y encontró un pulso algo débil pero una buena circulación. Seis horas posteriores al comienzo de la prueba de dietilamida de ácido lisérgico respecto a los efectos mentales, la condición de Hofmann “mejoró definitivamente”, sin embargo

“… las distorsiones perceptuales se mantienen presentes. Todo a mi alrededor parece ondular y sus proporciones se ven distorsionadas como si se tratase de un reflejo sobre la superficie de agua picada. Todo estaba cambiando con un desagradable tono verde y azul, predominantemente venenoso.  Con los ojos cerrados me sobrecogieron imágenes fantásticas en constante metamorfosis. Especialmente destacable fue el hecho de que los sonidos eran transportados en sensaciones visuales siendo que de cada tono o sonido una imagen correspondiente era evocada, cambiando de forma y color caleidoscópicamente.”
Temiendo haberse envenenado a sí mismo con una sustancia hecha por él, Hofmann estaba particularmente preocupado por no haber hecho una despedida apropiada de su esposa y familia, quienes habían viajado temprano esa mañana a Lucerna. Tras una noche de aterradoras visiones, se sintió aliviado a la mañana siguiente y curiosamente rejuvenecido.

“Lo que encontré más sorprendente del LSD fue su habilidad para producir tal estado trascendente, poderoso y embriagador sin dejar resaca. Completamente por el contrario, el día siguiente al experimento con LSD me sentí en excelente condición física y mental…
Una sensación de bienestar y vida renovada fluía  a través mío. El desayuno supo delicioso y fue de un placer extraordinario. Cuando más tarde caminé por el jardín, sobre el cual pegaba el sol tras una lluvia primaveral, todo resplandecía y brillaba con una fresca luz. El mundo parecía recientemente creado. Todos mis sentidos vibraban en una condición de la más alta sensibilidad que persistió el resto del día… También me pareció de gran significancia que pudiese recordar la experiencia de embriaguez por LSD en todo detalle.”

Comentarios