Drogas y marco cultural



El siguiente texto toma un fragmento del primer capítulo del libro Aprendiendo de las drogas de Antonio Escohotado, donde demostrando un vasto conocimiento sobre la historia de las sustancias en relación a la sociedad pone una brillante luz sobre la influencia del contexto cultural y espacio-temporal en nuestro entendimiento y uso de los compuestos psicoactivos.
Podríamos empezar sosteniendo que las ideas que se tienen sobre las drogas están altamente influenciadas por los valores que cada sociedad mantiene. Así también el uso de un determinado compuesto en una sociedad no está sólo determinado por su efecto farmacológico sino que se encuentra sujeto a diversas pautas culturales e históricas. Las hojas de coca fueron un símbolo del Inca exclusivo para la corte durante el Perú precolombino y usado como recompensa a los buenos siervos en ocasiones especiales. Beber café en Rusia era pensado con tortura y mutilación de las orejas. Fumar tabaco se condenó con excomunión en el catolicismo, y con desmembramiento en Turquía y Persia. En el sur de América sólo las misiones jesuitas del Paraguay lograron convencer al mundo cristiano que las semillas de la yerba mate no habían sido llevadas a América por Satán sino por santo Tomás. Durante la Edad Media los remedios favoritos eran momia pulverizada de Egipto y agua bendita, mientras que las culturas centroamericanas consideraban vehículos divinos el peyote, la ayahuasca, el ololiuhqui y el teonanácatl, plantas de gran potencia visionaria que los primeros misioneros denunciaron como sucedáneos perversos de la Eucaristía.
Es pertinente resaltar que el influjo que ejerce la aceptación o rechazo de una droga sobre el modo de consumirla puede ser tan decisivo como sus propiedades farmacológicas. Así, mientras el café estuvo prohibido en Rusia resultaba frecuente que los usuarios lo bebieran por litros y entrasen en estados de gran excitación, lo que hacía pensar a las autoridades que esa droga creaba un ansia irreprimible. Todavía más claro es el caso del opio en India y China durante el siglo XIX, pues su consumo por cabeza-año entre los indios (donde no estaba prohibido) produjo un número incomparablemente inferior de usuarios abusivos que entre los chinos (donde estaba castigado con pena de muerte). Ya en el siglo pasado, la influencia del régimen legal sobre el tipo de usuario y el tipo de administración se observa en el caso de la heroína; antes de empezar a controlarse (en 1925) era consumida de modo regular por personas de clase acomodada, casi siempre activas laboralmente, con una media de edad superior a la cincuentena y ajenas por completo a incidencias delictivas. Una década después comienza a ser consumida de modo regular por un grupo más joven, desarraigado socialmente, hostil al trabajo y responsable de la mayoría de los crímenes.
De la mano con el carácter legal o ilegal suele ir el hecho de que muchas drogas psicoactivas se ligan a sectores determinados, obteniendo con eso una impronta u otra. Vemos así que la cocaína simboliza una droga de opulentos o aspirantes a la opulencia mientras que el LSD simbolizó cierto paganismo preocupado por el retorno de la naturaleza, las anfetaminas fueron consumidas ate todo por amas de casa poco motivadas, y el crack escenifica hoy la amargura de los americanos más pobres.
Conocer la secuencia temporal de las relaciones ayuda, por ejemplo, a no confundir causas con efectos. Antes de que fuera abolida la esclavitud, en Estados Unidos no había recelos sobre el opio, que aparecieron cuando una masiva inmigración de chinos –destinada a suplir la mano de obra china- empezó a incomodar a los sindicatos. Fue también un temor a los inmigrantes, en este caso irlandeses y judíos fundamentalmente, lo que precipitó una condena del alcohol por la Ley Seca. Hacia esas fechas preocupaban mucho las reivindicaciones políticas de la población negra del Sur, y la cocaína –que había sido el origen de la Coca-Cola- acabó simbolizando una droga de negros degenerados. Veinte años después sería mano de obra mexicana, llegada poco antes de la Gran Depresión, lo que sugirió prohibir también la marihuana.
Desde luego, el opio, el alcohol, la cocaína y la marihuana pueden ser sustancias poco recomendables. Pero es preciso tener cuidado al identificarlas, sin más, con grupos sociales y razas. Ligando el opio a los chinos se olvida que el opio es un invento del mediterráneo; ligando negros y cocaína prescindimos de que esa droga fue descubierta y promocionada inicialmente en Europa; ligando mexicanos a la marihuana pasamos por alto que la planta fue llevada a América por los colonizadores tras milenios de uso en África y Asia.
Por consiguiente, junto a la química está el ceremonial, y junto al ceremonial las circunstancias que caracterizan a cada territorio en cada momento de su historia. El uso de drogas depende de lo que química y biológicamente ofrecen, y también de lo que representan como pretextos para minorías y mayorías. Son substancias determinadas, pero las pautas de administración dependen enormemente de lo que piensa sobre ellas cada tiempo y lugar. En concreto, las condiciones de acceso a su consumo son al menos tan decisivas como lo consumido.

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