Podemos decir que todos los seres vivos con la capacidad de
desplazarse tienen una espontaneidad que encuentra su contrapeso en la adhesión
al hábito. La sociedad actual parece mantener una idea simplista del hábito y
tiende a creer que las razones por las cuales las personas caen en dependencias
farmacológicas son las distintas a las que nos llevan a contraer dependencias
sociales, higiénicas o sentimentales.
Escohotado explica que siempre presentaremos la tendencia a repetir una respuesta que no hay agravado la situación ante un estímulo angustioso y mantendremos siempre esa conducta hasta que una fuerza externa mayor nos fuerce a cambiarla. Estos rituales zoológicos no son innatos pero tampoco racionales, sino que se encuentran en un punto medio entre las pautas heredadas y el contacto con el mundo externo; vendrían a ser un sistema adaptativo cuando el desconocimiento de las causas del estímulo angustioso nos impide deliberar a priori.
Los humanos somos animales tan ritualistas como cualquier otro. Tampoco disponemos de un conocimiento suficiente sobre las relaciones causales, y casi nunca somos capaces de mantener una disposición estrictamente reflexiva.
En casos límite, como los neuróticos obsesivos, el ritual se liga a cosas nimias con fuerza extraordinaria; si la almohada no está situada justamente de cierto modo, si se trastoca la posición de determinados objetos, si algún armario queda abierto, si el jabón no está en la jabonera, la persona queda paralizada por un ataque de ansiedad aguda o estalla en un brote de ira. Sin necesidad de ir a casos extremos, en la misma conducta cotidiana, cada uno podría reconocer su actividad ritualista. El hombre es un animal de costumbres antes incluso que un ser racional dada su poderosa tendencia a formar hábitos.
Respecto al hábito farmacológico, debemos comprender que no es más que una variante específica de nuestra preferencia general por las conductas automáticas y sus elementos principales, en orden de importancia, podrían identificarse como:
a) El esfuerzo o premio que el hábito mismo proporciona.
b) El vacío o deficiencia del que es síntoma.
c) Las incomodidades concretas que se derivan de interrumpirlo.
Hoy en día se presenta como decisivo el último de estos elementos, pero la toxicomanía es un concepto desconocido hasta hace poco más de un siglo, mientras que los tóxicos básicos –y su libre consumo- existen hace milenios.
No olvidemos, asimismo, que todos los animales investigados hasta ahora –desde caracoles a muchas familias de insectos, vertebrados ovíparos y mamíferos- se intoxicarán espontáneamente con vegetales psicoactivos y drogas sintéticas. Todos ellos dan muestra también de rigurosa moderación al hacerlo. Llamativamente, esta regla se altera sólo cuando les despojamos de libertad y les afligimos torturas adicionales.
En último análisis, lo invencible no es un deseo u otro sino la pasividad de nuestra vida psíquica, que determina el cotidiano imperio de alguna rutina.
Escohotado explica que siempre presentaremos la tendencia a repetir una respuesta que no hay agravado la situación ante un estímulo angustioso y mantendremos siempre esa conducta hasta que una fuerza externa mayor nos fuerce a cambiarla. Estos rituales zoológicos no son innatos pero tampoco racionales, sino que se encuentran en un punto medio entre las pautas heredadas y el contacto con el mundo externo; vendrían a ser un sistema adaptativo cuando el desconocimiento de las causas del estímulo angustioso nos impide deliberar a priori.
Los humanos somos animales tan ritualistas como cualquier otro. Tampoco disponemos de un conocimiento suficiente sobre las relaciones causales, y casi nunca somos capaces de mantener una disposición estrictamente reflexiva.
En casos límite, como los neuróticos obsesivos, el ritual se liga a cosas nimias con fuerza extraordinaria; si la almohada no está situada justamente de cierto modo, si se trastoca la posición de determinados objetos, si algún armario queda abierto, si el jabón no está en la jabonera, la persona queda paralizada por un ataque de ansiedad aguda o estalla en un brote de ira. Sin necesidad de ir a casos extremos, en la misma conducta cotidiana, cada uno podría reconocer su actividad ritualista. El hombre es un animal de costumbres antes incluso que un ser racional dada su poderosa tendencia a formar hábitos.
Respecto al hábito farmacológico, debemos comprender que no es más que una variante específica de nuestra preferencia general por las conductas automáticas y sus elementos principales, en orden de importancia, podrían identificarse como:
a) El esfuerzo o premio que el hábito mismo proporciona.
b) El vacío o deficiencia del que es síntoma.
c) Las incomodidades concretas que se derivan de interrumpirlo.
Hoy en día se presenta como decisivo el último de estos elementos, pero la toxicomanía es un concepto desconocido hasta hace poco más de un siglo, mientras que los tóxicos básicos –y su libre consumo- existen hace milenios.
No olvidemos, asimismo, que todos los animales investigados hasta ahora –desde caracoles a muchas familias de insectos, vertebrados ovíparos y mamíferos- se intoxicarán espontáneamente con vegetales psicoactivos y drogas sintéticas. Todos ellos dan muestra también de rigurosa moderación al hacerlo. Llamativamente, esta regla se altera sólo cuando les despojamos de libertad y les afligimos torturas adicionales.
En último análisis, lo invencible no es un deseo u otro sino la pasividad de nuestra vida psíquica, que determina el cotidiano imperio de alguna rutina.
Además del texto planteado por Escohotado, quien ofrece una lectura mucho más rica en su bibliografía mencionada en entradas anteriores, podemos anexar el contenido audiovisual realizado por el canal Kurzgesagt – In a Nutshell, el cual se encuentra subtitulado para quienes no dominen el idioma. El siguiente video versa sobre la adicción con un enfoque similar al ya mencionado.
*Nota: Para abrir los subtítulos en el video se debe ir a configuración (la ruedita dentada en la esquina inferior derecha) >> subtítulos >> español
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