Historia del LSD, parte 3




Una década de uso clínico

En los comienzos de la década de 1950 había sólo un puñado de ensayos tratando el tema del LSD; para finales de la década se podían encontrar más de quinientos. Esta enorme producción es una buena medida de cuán fascinados estaban los psicoterapeutas con las muchas posibilidades que abría el ácido lisérgico. Hoy día ya ha salido a la luz el hecho de que muchos de los trabajos de investigación fueron alentados y financiados por la CIA y, luego, por la inteligencia del ejército, la fuerza aérea y la marina de los Estados Unidos. En efecto, estas agencias gatillaron una explosión de interés en el LSD y su utilización durante los años 60. En el entretiempo, más y más investigadores se adentraron en este nuevo campo, fascinados por las posibilidades.
En 1953, el Dr. Ronald Sandison estableció la primera clínica de LSD abierta al público en un pequeño hospital mental de Inglaterra. Poco tiempo después, centros adicionales surgieron en Alemania, Italia, Francia, Holanda, Checoslovaquia, varios países escandinavos, Canadá y Estados Unidos. Prácticamente todos usaron dosis bajas en una variedad de enfoques terapéuticos. Lentamente fueron cambiando la imagen de “imitadora de psicosis” que tenía esta droga.
En conjunto con tranquilizantes de Sandoz marcados para su estudio, muestras de LSD fueron enviadas al Instituto de Investigación Psiquiátrica de Praga, Checoslovaquia. Este paquete fue abierto por el estudiante médico Stanislav Grof, quien se vio  intrigado por los panfletos informativos sobre el LSD como agente capaz de producir un “modelo de psicosis temporal”. Grof probó la sustancia en conjunción con una fuerte luz intermitente.

“Estábamos haciendo toda clase de experimentos. Mi preceptor, quien me dio LSD, estaba interesado en el EEG entre otras cosas, así como algo llamado “conducir las ondas cerebrales”, lo que se puede hacer utilizando una luz estroboscópica o una entrada acústica. Luego se estudia si las ondas cerebrales correspondientes toman las frecuencias que se están introduciendo al sistema.
Así que cuando estuve en el “pico” de la experiencia, una enfermera apareció y me dijo “Es tiempo del EEG”. Me condujo a una pequeña celda. Yo debía permanecer recostado y ella tomar mi rastro regular del EEG.
Luego llegó el tiempo de “conducir mis ondas cerebrales”. Así que la enfermera trajo una luz estroboscópica que estábamos usando, me pidió que cerrara los ojos, puso la cosa sobre mi cabeza –y lo encendió.
Vino esta increíble explosión de luz blanca. Lo siguiente que supe fue que mi consciencia estaba dejando mi cuerpo. Luego perdí la clínica. Luego perdí Praga. Luego perdí el planeta. Luego tuve el sentimiento de existir en un estado completamente ajeno a la noción de cuerpo y literalmente estar volviéndome el universo –experimentándolo. Ahí estaba el “big bang”, había una especie de “agujeros blancos” y “agujeros negros”.
Mientras esto sucedía, la enfermera seguía cuidadosamente las instrucciones. Empezó con tres ciclos, luego lo pasó a sesenta y fue y vino en esas medidas. Luego lo puso cuidadosamente en el medio del rango “alpha”, más tarde en el rango “theta” y el rango “delta”, luego terminó el experimento.
Fui encontrando nuevamente mi cuerpo y terminé muy impresionado. Así que lo que hice fue unirme a un grupo de personas que tenían acceso a sustancias psicodélicas.”

El Dr. Grof comenzó a hacerse cargo de las observaciones de LSD sobre sujetos humanos en el Instituto ya mencionado y más tarde pasó a realizar un trabajo similar en Hospital Mental Spring Grove cerca de Baltimore. Observando eventualmente más de 3500 sesiones, presentó ideas sobre la experiencia de LSD bastante distintas a las que aparecían en la temprana literatura. Basándose en su investigación, sostuvo que los conceptos psiquiátricos eran inadecuados y que la reacción “psicotomimética” inducida por LSD podría ser potencialmente sanadora cuando, por ejemplo, se permitía llegar a la resolución una experiencia disruptiva.

Dr. Satnislav Grof, quien recibió LSD en 1954 y subsecuentemente observó más de 3500 sesiones.


En Los Ángeles, el Dr. Nicholas Bercel, activo en “investigaciones psiofisiológicas”, publicaba artículos sobre el LSD en diarios científicos y presentaba la droga a investigadores y médicos científicos.
En 1954, el Dr. Oscar Janiger, quien se había interesado en el LSD desde la lectura del primer reporte de Stoll, tuvo la oportunidad de probar la sustancia durante un retiro en la montaña: “Desde ese momento en adelante, mi mente no paró ni un minuto”. En seguido escribió a Sandoz solicitando LSD para “estudios naturalistas” y recibió un amplio suministro.
Janiger emprendió su estudio en 1955. Su tercer sujeto experimental fue un artista que clamó que la experiencia era equivalente a “cuatro años en la escuela de arte” y suplicó a Janiger se lo diese a otros artistas. Janiger no esperaba este tipo de desarrollo pero eventualmente cedió y comenzó un subproyecto en el que cien artistas debían dibujar una muñeca Kachina antes, durante y luego de ingerir LSD. Para el final de la investigación en 1962, Janiger les había dado miles de dosis a 875 individuos, muchos de la comunidad creativa de Los Ángeles, así como “a plomeros, carpinteros, amas de casa y –sea lo que sea que signifique- gente de diferentes contextos étnicos y educacionales.”

Dr. Oscar Janiger, quien supervisó miles de administraciones de LSD a 875 personas


Otra importante figura durante la década del 50 fue el enigmático y extravagante Al Hubbard, quien compró 4000 ampolletas de LSD a Sandoz y se convirtió en un temprano “Junaito Manzanas”, realizando un circuito a través de Canadá, bajando por la costa oeste a Los Ángeles, ida y vuelta. Este personaje le facilitó LSD prominentes personas de influencia como Aldous Huxley y Gerald Heard y ayudó a establecer una clínica de LSD en Vancouver. Mientras la mayoría de los investigadores de LSD en esos tiempos eran muy cautelosos, Hubbard veía mucho valor en la utilización de “dosis masivas”, una práctica que se volvió muy común durante los 60s.

Al Hubbard, distribuidor evangélico de LSD durante los años 50, alentaba el uso de dosis altas.


Hacia fines de 1950, el Dr. Sidney Cohen, un psiquiatra afiliado al Hospital de Veteranos de la UCLA, procuró grandes suministros de esta nueva droga, la cual captó su atención cuando escuchó que se trataba de un “delirante superior”. Tras experimentar en  sí mismo comentó a sus colegas que, si bien no se trataba de un “verdadero delirante”, valía la pena un estudio intensivo.
Un reporte del primer viaje de Cohen puede ser encontrado en su libro dedicado a un doctor anónimo, The Beyond Within (p. 106), título que vendría a significar “El más allá de dentro”.
Como recuerda Janiger, fue a partir del grupo de Cohen que el uso social (no experimental) del LSD concebiblemente pudo haberse levantado en Estados Unidos:

Esta gente primero la tomó experimentalmente, ya que esa era la única forma en que era administrada. Luego, fue un corto paso para que la gente diga “Probémosla de nuevo” y creasen circunstancias en que pudiese estar justificado. En los comienzos, nadie se hubiese atrevido a decir “Simplemente tomémosla”.
Así, en la casa de alguien, habría grupos de seis u ocho personas tomando la droga. Yo estuve en una o dos de esas, y Huxley estaba ahí, lo mismo que Heard y era posible conocer a todo este estrato de gente. Era ahí donde podías conocer a toda esa mezcla de investigadores y a algunos sujetos experimentales que presentaban una particular afinidad o interés por la sustancia
.”

Otras rutas de distribución a la población general estaban en vías de desarrollo. Por 1957 una fuga surgió en la planta de Sandoz en Hanover, Nueva Jersey. Chester Anderson, autor de El Niño Mariposa y muchos otros libros de este período, dijo que grandes cantidades de LSD y psilocibina con etiquetas de Sandoz estaban siendo llevadas a Greenwich Village y consumidas por músicos, artistas de teatro y muchos otros que llevaban estilos de vida bohemios.
A medida que se expandía el interés en los psicodélicos una gran cantidad de peyote también se hizo disponible. Muchos habían leído Las Puertas de la Percepción de Aldous Huxley, donde describe sensaciones místicas evocadas por la mescalina, así como el reporte de R. Gordon Wasson en la revista LIFE sobre el descubrimiento de “hongos sagrados” y sus ceremonias en México. Los novicios atraídos por el LSD no buscaban experiencias símiles a las psicóticas ni estaban interesados en la investigación básica. Sin embargo, tampoco la consumían para simplemente intoxicarse o divertirse. La droga había adquirido un aura mística. Aunque era usada con menor premeditación y solemnidad que antes, su uso había incorporado sobretonos de valor artístico y espiritual. Muchos utilizaban el LSD para ampliar una conducta creativa.
En Palo Alto, California, el LSD estaba siendo estudiado tanto por el Hospital de Administración de Veteranos como por la Universidad de Standford. En Standford, el antropólogo Grgory Bateson -quien había sido presentado al LSD por Harold Abramson, uno de los pioneros respecto al LSD- hizo arreglos para que en 1959 el poeta Allen Ginsberg tomase la sustancia como parte de un programa de investigación esponsoreado por el ejército. El novelista Ken Kesey también recibió LSD en Palo Alto, utilizando más tarde su experiencia para escribir One Flew Over the Cuckoo’s Nest (en español Alguien voló sobre el nido del cuco o Atrapado sin salida). Desde Palo Alto, el LSD comenzó a filtrarse en San Francisco.

Abbie Hoffman, quien tuvo su primera experiencia brindada por la Armada, relata cómo el interés en la droga floreció todo a lo largo de la costa oeste hacia fines de 1950:

Aldous Huxley me habló del LSD allá por 1957 y yo traté de conseguir. Me paré en la fila en una clínica en San Francisco luego de que Herb Caen pusiese un anuncio en su columna del Chronicle anunciando que cualquiera deseoso de experimentar con una nueva sustancia denominada LSD-25, sería pagado $150 por su esfuerzo. ¡Jesús, aquello vació Berkeley! Me levanté a eso de las seis de la mañana pero estaba como 1500 en la fila… así que no pude conseguir hasta 1965.

Con el cierre de la década de uso clínico vino lo que probablemente haya sido el mayor descubrimiento desde que el Dr. Albert Hofmann sintetizó la sustancia. Entrado el verano de 1959, Hofmann recibió un paquete de semillas de parte de un investigador con quien se había puesto en contacto mientras investigaba los hongos sagrados mexicanos. Las semillas eran de lo que antes se llamaba Rivea corymbosa, también conocida como ololiuqui, una gloria de la mañana mexicana. En el verano de 1960 Hofmann aisló los principios activos y los identificó químicamente. Se trataba de alcaloides del ergot. “Desde el punto de vista fitoquímico” comentó Hofmann al difundir sus resultados “este descubrimiento era inesperado y de particular interés, ya que los alcaloides de ácido lisérgico, que hasta ahora podían ser encontrados nada más que en el los hongos más bajos del género Cornezuelo, pueden ser indicadas, por primera vez, en las plantas más altas de la familia fanerógama Convolvulaceae”.  Originalmente sintetizado en un laboratorio, el LSD encontró ahora una contraparte en la naturaleza.

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