El estado que produce una droga psicoactiva puede llamarse intoxicación
(si se considera el contacto con nuestro organismo) y llamarse ebriedad
(si se considera el efecto sobre el estado de ánimo); para la intoxicación
intensa del alcohol disponemos de la palabra “embriaguez”, o “borrachera” en
casos límite.
Cabe hablar de uso colectivo y uso individual, uso antiguo y uso moderno. Sin embargo, quizá la forma más sencilla de abarcar el consumo de drogas sea distinguir entre empleos festivos, empleos lúdicos o recreativos y empleos curativos o terapéuticos.
La fiesta religiosa –romerías, Semanas Santas y sus equivalentes en otras culturas- suelen ser una ocasión propicia para la ebriedad. La “velada” de pueblos peyoteros (como el huichol, el tarahumara, el cora o las tribus norteamericanas integradas en la Native American Church) constituye una ceremonia religiosa muy precisa, dirigida a producir en hombres, mujeres y adolescentes una relación inmediata con sus dioses; lo mismo sucede con los ritos de yagé en la cuenca amazónica, los del kava en Oceanía o los del iboga en África central. Hay una alta probabilidad de que se empleasen drogas muy activas –mezcladas o no con vino- en los banquetes iniciáticos de los Misterios paganos clásicos (báquicos, eleusinos, mitraicos, egipcios, etc.), al igual que en los ritos del soma y el baoma de la antigua religión india e irania.
Tampoco hay apenas fiestas profanas donde no se empleen drogas, adaptadas a la cultura de cada lugar. Los yaquis de Sonora, por ejemplo, danzan hasta la extenuación usando pulque (cerveza de pita) cargado con extractos de cierta datura; los siberianos se sirven de una seta visionaria, en el Yemen conocimientos de un poderoso estimulante llamado Kat, en África ecuatorial hay un uso masivo de nuez moscada y es frecuente el de la marihuana. El área occidental rarísima vez celebra reuniones sin que intervengan las bebidas alcohólicas en abundancia, y ciertos ambientes contemporáneos añaden cocaína. Si el objeto de usar drogas en fiestas religiosas es facilitar el acercamiento a lo sobrenatural, el de las fiestas profanas es sin duda aumentar el grado de unión entre los participantes, potenciando la cordialidad.
Por último, hay un empleo terapéutico en sentido estricto, generalmente individual aunque a veces colectivo (terapias de grupo), que tiene por finalidad curar o aliviar males de un tipo u otro. Hasta el segundo tercio de este siglo, cuando se consolida el sistema de receta médica obligatoria, la tradición de remedios domésticos mantenía un sistema de automedicación que va siendo cada vez más desplazado por el “consulte a su médico”. Sin embargo, tanto con las drogas legales como con las drogas ilegales sigue habiendo un margen de iniciativa personal; las reservas de unos y otros productos de almacenan en el botiquín casero, y son utilizadas al ritmo sugerido por las necesidades o inclinaciones del momento.
Dentro del empleo terapéutico debe incluirse también la eutanasia o buena muerte. Los manuales paganos de farmacología enumeran “eutanásicos dulces”, pues no prolongar la existencia más allá de cierto límite –cuando el sometimiento a un tirano o alguna dolencia incurable degradan la vida a puro dolor para el sujeto y miseria para sus allegados- era tenido por signo de excelencia ética. Al entronizarse el cristianismo esta práctica fue condenada, si bien vuelve a plantearse como un derecho civil en nuestros días en muchas partes del mundo.
El presente fue otro fragmento tomado de Escohotado. Quien busque interiorizarse más en los empleos de las respectivas sustancias y su historia completa por el paso de la humanidad es alentado a emprender la magnífica lectura de su tratado Historia General de las Drogas o, en su defecto, el más reducido Historia Elemental de las Drogas.
Cabe hablar de uso colectivo y uso individual, uso antiguo y uso moderno. Sin embargo, quizá la forma más sencilla de abarcar el consumo de drogas sea distinguir entre empleos festivos, empleos lúdicos o recreativos y empleos curativos o terapéuticos.
La fiesta religiosa –romerías, Semanas Santas y sus equivalentes en otras culturas- suelen ser una ocasión propicia para la ebriedad. La “velada” de pueblos peyoteros (como el huichol, el tarahumara, el cora o las tribus norteamericanas integradas en la Native American Church) constituye una ceremonia religiosa muy precisa, dirigida a producir en hombres, mujeres y adolescentes una relación inmediata con sus dioses; lo mismo sucede con los ritos de yagé en la cuenca amazónica, los del kava en Oceanía o los del iboga en África central. Hay una alta probabilidad de que se empleasen drogas muy activas –mezcladas o no con vino- en los banquetes iniciáticos de los Misterios paganos clásicos (báquicos, eleusinos, mitraicos, egipcios, etc.), al igual que en los ritos del soma y el baoma de la antigua religión india e irania.
Tampoco hay apenas fiestas profanas donde no se empleen drogas, adaptadas a la cultura de cada lugar. Los yaquis de Sonora, por ejemplo, danzan hasta la extenuación usando pulque (cerveza de pita) cargado con extractos de cierta datura; los siberianos se sirven de una seta visionaria, en el Yemen conocimientos de un poderoso estimulante llamado Kat, en África ecuatorial hay un uso masivo de nuez moscada y es frecuente el de la marihuana. El área occidental rarísima vez celebra reuniones sin que intervengan las bebidas alcohólicas en abundancia, y ciertos ambientes contemporáneos añaden cocaína. Si el objeto de usar drogas en fiestas religiosas es facilitar el acercamiento a lo sobrenatural, el de las fiestas profanas es sin duda aumentar el grado de unión entre los participantes, potenciando la cordialidad.
Por último, hay un empleo terapéutico en sentido estricto, generalmente individual aunque a veces colectivo (terapias de grupo), que tiene por finalidad curar o aliviar males de un tipo u otro. Hasta el segundo tercio de este siglo, cuando se consolida el sistema de receta médica obligatoria, la tradición de remedios domésticos mantenía un sistema de automedicación que va siendo cada vez más desplazado por el “consulte a su médico”. Sin embargo, tanto con las drogas legales como con las drogas ilegales sigue habiendo un margen de iniciativa personal; las reservas de unos y otros productos de almacenan en el botiquín casero, y son utilizadas al ritmo sugerido por las necesidades o inclinaciones del momento.
Dentro del empleo terapéutico debe incluirse también la eutanasia o buena muerte. Los manuales paganos de farmacología enumeran “eutanásicos dulces”, pues no prolongar la existencia más allá de cierto límite –cuando el sometimiento a un tirano o alguna dolencia incurable degradan la vida a puro dolor para el sujeto y miseria para sus allegados- era tenido por signo de excelencia ética. Al entronizarse el cristianismo esta práctica fue condenada, si bien vuelve a plantearse como un derecho civil en nuestros días en muchas partes del mundo.
El presente fue otro fragmento tomado de Escohotado. Quien busque interiorizarse más en los empleos de las respectivas sustancias y su historia completa por el paso de la humanidad es alentado a emprender la magnífica lectura de su tratado Historia General de las Drogas o, en su defecto, el más reducido Historia Elemental de las Drogas.
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