LSD en la psicoterapia


LSD y terapia

Desde los comienzos de su historia el LSD fue utilizado como asistencia en psicoterapia. Ya el primer reporte en la literatura al respecto, que consistía en pequeñas dosis orales (20-30 mcg), dio cuenta de cómo el compuesto era administrado a dieciséis sujetos regulares y seis esquizofrénicos.
Hasta el momento en que la investigación sobre el LSD fue dramáticamente reprimida, más de 40,000 pacientes mentales habían sido administrados con el compuesto en dosis que iban desde 20 mcg hasta los 2,500 mcg. En ocasiones era dada de manera privada mientras que otras veces se le suministraba ácido lisérgico a salas enteras de hospitales. Algunas personas recibían sólo una dosis, otros tuvieron más de 120. En la mayoría de los casos, el LSD era utilizado en pequeñas cantidades como agente adjunto a la psicoterapia. Otros pacientes tuvieron su experiencia como un tratamiento de una única vez con una dosis alta.

Muchos investigadores tempranos descartaron psicóticos y esquizofrénicos en los tratamientos pero otros se adentraron en la investigación con este tipo de sujetos y clamaban sorprendentes éxitos. Por lo general los pacientes recibían el tratamiento de un único terapeuta pero unos cuantos investigadores tenían la creencia de que podrían obtener mejores resultados si el compuesto fuese brindado por varias personas distintas.

Entre muchas otras técnicas, el hipnotismo era a veces utilizado en conjunción con el ácido. Algunos doctores instalaban enfermeras como “padres sustitutos” para sus pacientes. Otros alentaban a sus pacientes a descargarse dándoles cosas para romper o golpear. Algunas terapias consistían principalmente de la representación simbólica de objetos familiares e insignias universales. Otros terapeutas se concentraron en el material onírico y la interpretación de los sueños. Algunos utilizaban el LSD combinado con Ritalin, Librium, Dramamine, o anfetaminas. Otros añadían alguna que otra droga psicoactiva como el CZ-74 (un derivado de la psilocibina).

Casi desde el principio, psiquiatras y psicólogos se habían dado cuenta de que los muchos efectos de esta droga tenían implicaciones relevantes al crecimiento personal. R. A. Sandison fue uno de los primeros en realizar prácticas con la sustancia y en reconocer el potencial de la misma:

“Hay buenas razones para creer que la experiencia de LSD es una manifestación del inconsciente psíquico, y que es un material que puede ser utilizado en psicoterapia de la misma forma que los sueños, las fantasías, y los dibujos pueden ser utilizados por los psicoanalistas.“

Una característica particularmente fascinante de la experiencia lisérgica para los analistas freudianos ha sido su poder para causar regresión de los pacientes sobre traumas tempranos, de los cuales podría entonces liberarse. Este químico fue muy utilizado como ayudante en la “transferencia”. El Dr. Gordon Johnsen del Modum Bads Nervesantorium en Noruega elaboró:

“Si tomamos a los perversos sexuales, por ejemplo, podríamos preguntarnos qué tipo de tratamiento les damos; queremos saber un poco más sobre ellos. Podríamos pasar tres o cuatro semanas investigando pero acortamos los tiempos y nos decidimos a probar si podríamos averiguar más con una o dos sesiones de LSD. Entonces usamos dosis bajas. Encontramos que los síntomas son más claros; están dispuestos a hablarnos de manera mucho más abierta; podemos tener una imagen más clara para diagnosticar. Lo hemos usado de esa forma, para ahorrar tiempo.”

Para el momento de la conferencia sobre LSD de la Fundación Josiah Macy, Jr. a finales de la década de 1950 se había vuelto evidente que drogas semi-sintéticas parecían afirmar conceptos de la mayoría de las “escuelas” psicológicas. Los freudianos utilizaban el LSD para llegar a la catarsis del paciente y explorar conceptos varios como el edípico. Los jungianos tuvieron particular interés en que la droga manifestaba mandalas y brindaba experiencias de renacimiento a los pacientes. Un reporte fascinante de un extenso tratamiento se puede encontrar en My Self and I (Yo misma y yo), un libro escrito por la para-psicóloga e investigadora Kirlian, Thelma Moss (bajo el nombre de Constance Newland). El Dr. Donald Blair, consultor psiquiatra inglés, resumió su parecer sobre los resultados del LSD:

“Gente que ha tenido psicoterapia o psicoanálisis durante un tiempo, tanto como ocho años, y no ha llegado a ningún lado, mejora con la droga; [la droga] rompe la resistencia… Hay pacientes neuróticos que han ido a numerosos terapeutas, analistas, y no mejoraron nunca. Entonces vienen a alguno de nosotros, que estamos usando LSD y gracias al efecto de la droga, realmente mejoran.”

La experimentación con dosis grandes en una única ocasión comenzaron ya bien entrada la década del 50. Unos cuantos terapeutas que utilizaron este enfoque notaron en sus pacientes lo que Sherwood, Stolaroff y Harman dieron luego en denominar “La etapa de percepción inmediata”:

“… [él] pasa a experimentarse a sí mismo de manera totalmente nueva y encuentra que la antigua pregunta “¿Quién soy yo?” tiene una respuesta significante. Se experimenta a sí mismo como algo mucho mayor de lo que siempre se imaginó, con su yo consciente siendo una fracción muchísimo más pequeña de lo que pensaba respecto a eso que comprende como su totalidad. Además, puede ver que su propio ser no está ni remotamente tan separado de los demás “seres” ni del universo como podría haber pensado. Así como que esta nueva experimentación de sí mismo no está tan íntimamente relacionada con su existencia corporal.
Estos descubrimientos, si bien no son nuevos para la humanidad y posiblemente tampoco sean nuevos para la experiencia intelectual del sujeto, son muy nuevos en un sentido experiencial. Esto es, son nuevos en lo que respecta a la conducta alterada. El individuo ve claramente que algunas de sus acciones no siguen la misma línea que su nuevo conocimiento  y esos cambios son obviamente remarcados.”

La información cuantitativa más firme sobre los efectos terapéuticos del LSD de la que tenemos noción está constituida por los registros guardados sobre la tasa de recuperación de alcohólicos tras la ingesta de LSD. Éstos son específicamente impresionantes cuando uno considera que estudios independientes que utilizaban diferentes métodos obtuvieron resultados sustancialmente idénticos. En la mayoría de las instancias los  pacientes eran escogidos de los peores casos que se pudiesen encontrar. Ningún otro estudio que utilizase procedimientos diferentes tuvo tanto éxito.

Abram Hoffer dijo lo siguiente cuando publicó las estadísticas relacionadas a más de 800 alcohólicos empedernidos que habían sido tratados en el programa de LSD canadiense:

“Cuando se le da terapia psicodélica a los alcohólicos, utilizando los métodos descriptos en la literatura, cerca de un tercio permanecerán sobrios luego de terminar la terapia, y otro tercio se verá beneficiado. Si excluimos de la terapia de LSD a esquizofrénicos y malvarios [Aquellos que muestran un componente particular de la orina color púrpura] los resultados mejoran un 30 por ciento. No existe documento publicado sobre terapia con psicodélicos que no muestre una mejora de al menos el 50 por ciento del grupo tratado…
Nuestra conclusión luego de 13 años de investigación es que la terapia de LSD utilizada correctamente puede convertir a un enorme número de alcohólicos en miembros sobrios de la sociedad… Incluso más importante es el hecho de que esto puede realizarse en corto tiempo y, por ende, muy económicamente. Mientras que en la terapia estándar una cama puede usarse para tratar entre 4 y 6 pacientes por año, con LSD uno puede fácilmente tratar más de 36 pacientes por año.”

Antes de serles denegado el acceso al ácido lisérgico, la gran mayoría de terapeutas relacionados a la sustancia estuvieron de acuerdo en que era superior a otras formas de tratamiento en su gran rango de efectos sobre neurosis y desórdenes que responden ordinariamente al psicoanálisis. Reportes típicos indicaban que incluso con problemas severos sólo un 10 o un 15 por ciento fracasaban en lograr algún tipo de progreso. Cuando el Hospital Hollywood de Vancouver, Canadá realizó un seguimiento de ochenta y nueve pacientes por un promedio de cincuenta y cinco meses, encontró que el 55 por ciento tuvo una remisión total de su problema, el 34 por ciento mejoró y el 11 por ciento no se modificó. En la Universidad del Hospital Psiquiátrico Göttingen, los resultados del Dr. alemán Hanscarl Leuner, obtenidos independientemente, mostraban que el 76 por ciento de los pacientes con neurosis de carácter, reacciones depresivas, ansiedad, fobias, o trastorno de conversión se vieron “enormemente mejorados” o “recuperados”. En una evaluación de su trabajo en el Marborough Day Hospital de Londres, el Dr. Ling afirma:

“Un análisis de 43 pacientes tratados privadamente … muestra que 34 están ahora completamente bien y se ajustan socialmente. Seis han mejorado, uno abandonó el tratamiento, uno se fue a África antes de terminar el tratamiento, y uno falló en responder satisfactoriamente, por lo que el tratamiento fue abandonado.”

Hasta ahora la mayor parte de los tratamientos exitosos de pacientes mentales con LSD tratan de pacientes neuróticos que fueron motivados a mejorar. Parecía haber un acuerdo tácito entre terapeutas sobre la inefectividad del LSD para tratar la psicosis. Quienes decidieron tratar pacientes esquizofrénicos con esta sustancia fueron tildados de valientes así como de imprudentes.
El LSD no funciona muy bien con pacientes cuyo desarreglo mental está seriamente avanzado. Puede incluso precipitar un agravamiento de la condición. Sin embargo, hay evidencia que muestran pacientes en este tipo de casos que tuvieron reacciones positivas merecedoras de consideración.
El Dr. Fred F. Langer utilizó LSD efectivamente con un número de pacientes severamente perturbados, principalmente esquizofrénicos. Tras la experimentación con el ácido en más de 2000 sesiones concluyó que pseudo-neuróticos y esquizofrénicos paranoides no responden favorablemente y pueden llegar a perjudicarlos clínicamente. Sin embargo, observó que personalidades esquizoides cuyos egos no fuesen demasiado frágiles podrían tener su primera experiencia con sentimientos a través del LSD. Uno de sus pacientes atestiguó: “Ahora sé que nunca supe de qué hablaba la gente cuando hablaban de sentimientos, yo nunca lo supe hasta que tomé LSD. No fue hasta el final de mi segundo año de terapia que supe que los sentimientos podían ser tanto buenos como malos.”

Aldous Huxley describió el LSD como un medio para mirar hacia dentro, hacia el “Otro Mundo”. Como instrumento terapéutico ha traído a muchos de nuevo al contacto con la realidad. Aquí hay otra paradoja, otro ejemplo de la acción unificadora del LSD. Consideremos un comentario de Norma McDonald, esquizofrénica estable:

“Una de las cosas más alentadoras que me sucedieron en estos años fue descubrir que podía hablar con gente normal que había tenido experiencias con mescalina o ácido lisérgico y ver que podían aceptar lo que les contaba sobre las aventuras en mi mente sin preguntarme preguntas estúpidas ni retirarse a una posición de incredulidad. La esquizofrenia es una condición solitaria y las amistades son de gran importancia. He necesitado de verdaderos amigos que me ayudasen a creer en mí misma cuando dudaba de mi mente, que me alentasen, que me sacudiesen las ideas irreales con su honestidad y me enseñaran con el ejemplo a trabajar y jugar. El descubrimiento del LSD-25 en el campo de la psiquiatría ha ampliado mi círculo de amistades.”

Los mejores registros de “terapia lisérgica” en inglés son los libros Psychotherapy (1980) de Stanislav Gorf y The Highway to Mental Health: LSD Psychotherapy (1979) de Milan Hausner y Erna Segal.  Éste último detalla el uso de LSD por Hausner como un adjunto en psicoterapia por más de veinte años en Checoslovaquia. Al revisar este volumen John C. Rhead, quien participó como doctor en experimentos con LSD en el hospital Spring Grove, comentó con entusiasmo que “es una alentadora señal de que el buen trabajo con los psicodélicos aún tiene lugar en alguna parte del mundo”.  Señalando su “tema constante de sanación correlativa a la experiencia emergente del subconsciente del paciente” Rhead añadió los siguientes comentarios:

“La creencia fundamental en la capacidad de la psique humana de auto-sanación bajo las circunstancias apropiadas es uno de los paralelismos más sorprendentes entre las conclusiones del Dr Hausner y aquellas del grupo del Centro de Investigaciones Psiquiátricas de Maryland… Muchos pasajes del libro del Dr. Hausner suenan en extremo parecidos a las cosas que mis colegas/amigos en Maryland y yo hemos pensado, dicho y escrito…
Ejemplos de estas similitudes pueden encontrarse en las siguientes áreas: la importancia crítica de la confianza interpersonal a la hora de conducir una psicoterapia exitosa con psicodélicos, el uso de música, la importancia de tener un terapeuta o un guía en la experiencia de LSD como parte de una adecuación ética al entrenamiento  de este tipo de trabajo, el valor único de producciones artísticas del paciente para la apreciación y la integración de material subconsciente emergente, la presentación de objetos significantes de la vida del paciente (e.g. fotografías) al mismo durante la sesión para estimular asociaciones y perspectivas y refrescar la introspección, la necesidad de incluir conceptos de muchas escuelas diversas de pensamiento psicoterapéutico para entender y utilizar el LSD, la importancia de integrar y trabajar sobre las experiencias emergidas durante la sesión, y el valor o realidad fundamental de las experiencias místicas que generalmente ocurren en el pico…
Creo que estas similitudes son el resultado de dos grupos de investigadores independientes relativamente ciegos pero curiosos y bien intencionados que se tomaron el tiempo de ir a tientas persistentemente sobre todo el elefante. Como es comúnmente señalado en la literatura de religión comparativa, realmente parece haber solamente un elefante.”

Aunque ha pasado alrededor de cinco décadas del pánico de mediados de los 60s, las regulaciones federales y las instituciones respectivas continúan bloqueando los pedidos de utilización de psicodélicos en humanos. Muchos son desalentados de sus investigaciones y el temor de la difamación, el estigma, la publicidad negativa, la persecución política y mediática, y demandas legales siguen vigentes. Cuando Walter Houston Clark emitió una encuesta referida a investigadores profesionales en Behavior Today y en el periódico de la Asociación para la Psicología Humanista, casi todos afirmaron que les gustaría realizar investigaciones con psicodélicos.

De los primeros cientos que respondieron la encuesta, la mitad habían estado asociados alguna vez en estudios con sustancias controladas. Cuando se les preguntó por qué no continuaban sus investigaciones ochenta y uno mencionaron prohibiciones o trabas estatales, sesenta citaron otras obstrucciones burocráticas, setenta y ocho escribieron que se encontraban incapaces de asegurar transparencia, y cincuenta y tres indicaron falta de financiamiento por diversas razones. Cuando se les preguntó sobre el rango prometedor de los psicodélicos en materia de salud mental “asumiendo la oportunidad de experimentación controlada” ninguno propuso que sería negativo. Uno pensó que sería neutral, siete lo percibieron como escaso, quince sintieron que sería moderado, treinta y cuatro consideraron que sería alto, y treinta y seis sostuvieron creer que la investigación con psicodélicos ofrecía amplias posibilidades de romper barreras y avanzar enormemente (siete no respondieron a la pregunta).

“¿Siento yo que los pacientes están siendo privados de experiencias de valor excepcional como resultado de la no aceptación del LSD como herramienta terapéutica?” Preguntó el Dr. Langer, respondiendo con un “Sí, lo siento” definitivo.

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