LSD, la experiencia mística


LSD, Religión y misticismo

“Entéreme donde no supe, y quedéme no sabiendo, toda ciencia trascendiendo.” –San Juan de la Cruz.


Cuando hablamos de la relación entre el LSD y la espiritualidad abrimos una puerta hacia lo incomprensible, hacia la parte más difícil de entender de estas sustancias, hacia el testimonio y el corolario de las experiencias de consciencia más espectaculares que arrastran consigo un gran bagaje a interpretar. Se puede llegar a un punto en que la experiencia toma un giro inesperado hacia la trascendencia, se pierde el ego, se pasa a experimentar imposibilidades tales como el nacimiento y la muerte propias, se funde uno con toda la existencia en un éxtasis incomparable.
Si bien la experiencia puede ser recreativa, especialmente con dosis bajas, en un ambiente propicio y a dosis elevadas, la experiencia puede tornarse de una intensidad que escapa a las palabras. Visiones y vivencias inimaginables se suceden con tal brío que asombra hasta al más experimentado cada vez que suceden. Muchos se adentran en las profundidades del cosmos, envueltos en la energía que rige toda existencia en simultáneo perdiendo los conceptos de tiempo, espacio, y hasta la individualidad como reconocimiento de uno mismo diferenciado. Parecemos pecar de snobs quienes intentamos explicar estas trascendencias pero lo cierto es que no hay palabras que hagan justicia a cómo es realmente pues ni siquiera la memoria logra la correcta representación, de ahí que cada vez que sucede es tan poderoso que provoca el mismo asombro. Y poderoso es sin lugar a dudas ya que el espíritu valiente adentrado en el misticismo vuelve cambiado. Se trata de una experiencia netamente contemplativa donde todo lo que uno cree saber se disuelve para dar paso a momentos de existencia plena, me animaría a decir que pasa uno a ser lo mismo que toda la energía existente, ajeno a cualquier tipo de condicionamiento más que su propia existencia; se convierte uno en una deidad sin que esto signifique nada más que estar siendo.
Pasa uno a nadar en el éter del misterio sin nunca naufragar, entendiendo todo lo que sucede tras haber muerto la palabra, el deseo, las intenciones, y el mundo físico. El tiempo no se dilata sino que desaparece y la comprensión de todo se hace evidente al punto de resultar tan innegable como incomunicable.
Representación sánscrita de
 los estados de conciencia 
Esta experiencia rara vez se da por sí sola sino que se logra. Uno debe adentrarse en el estado de consciencia con determinadas prácticas. Éstos estados y experiencias son relatados por numerosas culturas, especialmente orientales, que claman llegar a la turiya (estado de conexión con todo o pura consciencia) a través de la meditación o ejercicios tántricos. El budismo, el bonismo, el hinduismo, el jainismo, entre otras, hablan de este tipo de estados de iluminación. Las drogas psicodélicas no garantizan entrar en estos estados pero reducen el trabajo de muchos años para lograr estos tipos de conexiones a unos pocos minutos de relajación física y trance mental. El ambiente debe ser ameno, la cabeza se despeja a ojos cerrados y el cuerpo se relaja a través de la respiración y la inmovilidad en una posición determinada. Se atraviesan diversos estados y eventualmente se trasciende todo lo imaginable poniendo pie en terreno divino. Las sustancias psicodélicas actúan como una llave pero cada uno debe tomarse el trabajo de atravesar el camino.

Es remarcable que estas experiencias van más allá de lo que comprendemos, incluso más allá de nuestro vocabulario; es algo completamente nuevo y diferente a lo que muchos intentan acercarse con metáforas, historias, y palabras rebuscadas. De allí también que cada lugar y momento del mundo dé su interpretación. En caso de occidente, muy relacionada a la religión teísta; en el caso de oriente hay una inclinación hacia la espiritualidad, el orden natural y divino de las cosas, accesible para el hombre una vez deshechos los condicionamientos mundanos. Por mucho que se intente, explicarlo claramente es imposible pero dos aproximaciones igual de válidas y recurrentes son convertirse en Dios o ver a Dios en terreno divino. 

La experiencia mística se define como la unión del alma con lo sagrado en un estado perfecto de conocimiento y esencia. Se trata de una experiencia extática y ahí es donde los psicodélicos marcan una diferencia gigantesca respecto al placer de otras sustancias. Muchas drogas dan placer físico, un goce químico que puede generar un elevado estado anímico que va perdiendo intensidad a medida que merman los efectos de la sustancia. El placer que se puede alcanzar con los psicodélicos en este tipo de experiencias no es un mero goce y no es tanto por la sustancia sino que se trata del pleno brío extático de la existencia misma, trascender las barreras y pasar a la perfección genera el éxtasis más grande posible, placer por el hecho de existir, o más bien, ser la existencia en su totalidad, infinita, atemporal, completa. 

Respecto a la existencia la experiencia es más que gratuita, profunda y reveladora. Respecto al conocimiento la experiencia puede revolcar y destrozar al miedoso menos preparado y confundir a cualquiera que pretenda tener el conocimiento absoluto sin querer digerirlo primero, tanto como abrir las puertas a una vida iluminada, pacífica y plena; mucho depende del uso (o mal uso) del individuo y el proceso y juicio al que se sometan las epifanías que se recuerden del pasado estado de consciencia. Es recurrente la frase de C.G. Jung respecto a este tema en una carta a Victor White que reza “Cuidado con la sabiduría no ganada”, proponiendo un desbalance en la persona producto de un conocimiento adquirido desmesuradamente rápido y tan profundo que es difícil de manejar. Este tipo de pensamiento era y es compartido por muchos monjes orientales y religiosos que enfatizan en la necesidad de una preparación que dura años para comenzar a aprender las enseñanzas más avanzas. Las sesiones de búsqueda en estos tipos de experiencia requieren una preparación del espacio y de la persona, así como un buen tiempo para procesar lo ocurrido, permitir que se asiente y madure lo visto, escuchado y aprendido como una suerte de digestión de todo lo incorporado. Mucho puede cambiar a raíz de este tipo de experiencias, desde la concepción de uno mismo hasta la relación con el mundo, la espiritualidad, la muerte y el orden y sentido de todos los entes.

Nuclearmente, podemos decir que el LSD permite a los usuarios trascender la realidad ordinaria y sentir efectos religiosos. Aldous Huxley describió la experiencia con un término de la teología católica: “gracia gratuita”. Escribió al Padre Thomas Merton acerca de similitudes percibidas por un usuario respecto a la experiencia mística espontánea: 

Un amigo mío, salvado del alcoholismo, durante la última fase fatal de la enfermedad, por teofanía espontánea, la cual cambió su vida tan completamente como San Pablo cambió por su teofanía en el camino a Damasco, ha tomado ácido lisérgico dos o tres veces y afirma que su experiencia bajo la droga es idéntica a la experiencia espontánea que cambió su vida –la única diferencia siendo que la experiencia espontánea no duraba tanto como la químicamente inducida.

El filósofo y maestro Zen Alan Watts tuvo una mala primera impresión, caracterizando su experiencia de LSD como “misticismo con flotadores”. Tras dos experiencias posteriores conducidas por asociados de la Clínica Langley-Porter en San Francisco, cambió rápidamente de idea:

Estaba impresionado y de alguna manera avergonzado de encontrarme a mí mismo pasando por los estados de conciencia que se corresponden precisamente con cada descripción de las más altas experiencias místicas que siempre he leído. Además, exceden tanto en profundidad como en una peculiar calidad de imprevisibilidad a las tres experiencias “naturales y espontáneas” de este tipo que he tenido en años previos.

El aspecto religioso del LSD se registró fuertemente entre los miembros del grupo de Harvard del Proyecto de Investigación de Psilocibina, conducido por los doctores Timothy Leary y Richard Alpert.  Poco tiempo después de los comienzos del grupo, Michael Hollingshead se presentó con un frasco lleno de LSD que había sido dado a los estudiantes de tercer año del doctorado en conductismo. Hollingshead reflexionaba más tarde sobre los estudiantes e instructores de la pequeña clase:

Al Cohen dirige el Meher Baba Group. Tiene su Ph.D. (Philosophiæ doctoratum) en conductismo.
Alpert ya tiene su Ph.D. Se convirtió en un santo hindú.
Leary ya tiene su Ph.D. Se convirtió en el “Sumo Sacerdote”.
Ralph Metzner –obtuvo su Ph.D. Se encuentra ahora dirigiendo grupos de sanación y terapia holística en San Francisco y en Berkeley, el total opuesto al conductismo. Ralph acepta que en cada persona hay un ente espiritual que es móvil si se lo despierta y se le permite no sólo ver sino también ser.
Gunther Weil es ahora director del Media Center de la Universidad de Massachusetts pero también dirige el grupo Gurdjieff en Boston y se identifica mucho con sus trabajos. Ha grabado discos, ha hecho películas de cine-arte, ha dado conferencias para la aculturación de la experiencia psicodélica.
Al Alschuler –bueno, hasta donde sé, sigue en Harvard en la Escuela de Educación. Ha pasado del conductismo estricto a las técnicas de educación creativas pero manteniéndose en el sistema.
Paul Lee –quien, cuando lo conocí no era uno de los estudiantes, sino el asistente de Paul Tillich, y tuvo una experiencia sumamente profunda. Se encuentra ahora enseñando botánica y herbología en Santa Cruz.
Rolf von Eckartsberg –Está ahora en Filadelfia, dirigiendo el sistema Open House, que da casa a ex convictos.

Hollingshead concluye que para estas personas el LSD fue instrumental a la hora de darse cuenta de su naturaleza religiosa:

Para usar la expresión de Aldous Huxley, “las puertas de la percepción” fueron abiertas, y ellos vieron el interior de la casa –la casa de muchas mansiones que es a la vez el Yo. Luego las puertas se cerraron a la medianoche y  volvieron a la vieja y conocida monotonía –no obstante conservando un vistazo de lo otro. Así, poco a poco, fueron descubriendo escrituras orientales, el Tao Te Ching, el I Ching, los Vedas, los Upanishads, las escrituras sufistas, varias formas de música diseñadas para gente que estaba en la casa para bailar. Comenzaron entonces a moverse hacia diferentes áreas, lo que da cuenta de por qué están donde están hoy día.

El profesor de filosofía del MIT Houston Smith describió similarmente el aspecto más importante de los psicodélicos (basado principalmente en su observación sobre los efectos del LSD):

… dado el ambiente y preparación individual correctos, las drogas pueden producir experiencias religiosas indistinguibles de aquellas que ocurren espontáneamente. No es necesario que la preparación sea excepcional. Según las estadísticas que tenemos por el momento pareciera que un cuarto o un tercio de la población general tendría experiencias religiosas si tomase la sustancia bajo condiciones naturalistas, esto es condiciones en las que el investigador le da apoyo al sujeto pero no intenta influenciar la dirección que tomará la experiencia. Entre los sujetos que ya tienen inclinaciones religiosas la proporción de experiencias místicas parece saltar a tres cuartos. Si se los lleva, además, a ambientes religiosos, el ratio llega a nueve de diez.

El Dr. Smith ha brindado una definición bastante orientativa de la “experiencia religiosa”, denominándola como una experiencia que logra obtener de quien la experimenta una respuesta central, una respuesta proveniente del núcleo de su ser. 

Siendo que el ser incluye pensamientos, sentimientos y voluntad… una experiencia religiosa gatilla en quien la experimenta un triple movimiento: de la mente en creencia y convicción, de las emociones en asombro y admiración, y de la voluntad en obediencia. Una experiencia religiosa es asombrosa, convence al experimentador que sus revelaciones noéticas son ciertas, y yace sobre él obligaciones que reconoce como imperativas.”

En varios estudios sobre el LSD se han manifestado recurrentemente episodios de naturaleza religiosa, incluso cuando el estudio no tenía nada que ver con la consciencia mística. William Jones dijo una vez “la cura para la dipsomanía es la religiomanía”, una propuesta más tarde respaldada en los estudios de LSD y alcoholismo.

La siguiente estadística indica los tipos y la frecuencia en que las imágenes religiosas aparecían durante las 206 sesiones que Masters y Houston guiaron u observaron (112 con LSD) en los sujetos experimentales, con porcentajes redondeados.

Imágenes religiosas de algún tipo -90%
Arquitectura religiosa, templos e iglesias -91%
Escultura religiosa, pinturas, vitrales -43%
Símbolos religiosos: cruces, ying yang, estrella de David, etc. -34%
Mandalas -26%
Figuras religiosas: Cristo, Buda, santos, deidades -58%
Demonios, diablos -49%
Ángeles -7%
Visiones milagrosas o numinosas, pilares de luz, arbustos en llamas, Dios en el viento -60%
Imágenes cosmológicas: galaxias, cuerpos celestes, creación del universo, del sistema solar, de la tierra (experimentadas como religiosas) -14%
Rituales religiosos
Escenas de rituales cristianos, judíos o musulmanes contemporáneos -8%
Rituales orientales contemporáneos -10%
Rituales antiguos griegos, romanos, egipcios, mesopotámicos y similares -67%
Rituales primitivos -31%

El reporte de Masters y Houston sobre experiencias místicas es especialmente interesante ya que se tomaron un gran esfuerzo en lograr mayor exactitud en los criterios religiosas que la mayoría de experimentos similares. En su “Variedades de la Experiencia Psicodélica”, ya comentado en varias entradas, certifican un solo sujeto que alcanzó el nivel más profundo y sólo seis que lograron la experiencia “mística introvertida”. Sobre esto último comentaron: 

Es de interés observar que los pocos sujetos que lograron este nivel de aprehensión mística tuvieron en el curso de sus vidas una búsqueda activa de la experiencia mística bajo meditación y otras disciplinas espirituales, o bien demostraron durante años un interés considerable en los niveles integrales de consciencia. También debe ser notado que todos estos sujetos rondaban los cuarenta años de edad, poseían una inteligencia superior, y tenían una personalidad creativa y equilibrada.

Ya en los 70’s comentaristas como el sociólogo Richard Bunce y el psiquiatra Norman Zinberg argumentaban que el LSD era una droga de uso recreacional, argumento que se esgrime hasta hoy en día tras una observación superficial de los tiempos que corren. Sin embargo, estas observaciones se hacen en épocas donde la dosis usual ronda los 50-100 microgramos, muy por debajo de los años 60 donde se llegaba a exceder con facilidad los 250 mcg. La dosis es un factor determinante sino el más determinante de todos respecto a la emergencia de impulsos místicos por lo que con los años los efectos más espectaculares han ido quedando de lado ante dosis pequeñas que se convirtieron en el estándar, lo que no significa que no sean accesibles en absoluto. Sin embargo, si nos remontamos a la historia de la humanidad podemos encontrar el uso de sustancias psicodélicas en todos los misterios y en muchísimos rituales paganos que significaban la comunión de un pueblo en vista de su deidad, como parte del culto pagano hacia sus fuentes de espiritualidad y misticismo. Éste fue uno de los mayores desafíos de la expansión católica, cuya comunión con vino en pequeñas cantidades no podía competir con la experiencia unión mística que proporcionaban los enteógenos de los rituales; de allí la necesidad de prohibirlos para convertir a los pueblos al catolicismo.  

A pesar de todo, el LSD es una sustancia relativamente impredecible por lo que incluso en dosis bajas cabe la posibilidad de una experiencia trascendental o de algún efecto muy poderoso a nivel psicológico, por lo que la preparación y el ambiente son especialmente importantes. Es decir que incluso en el intento de uso recreativo la experiencia puede tomar un curso intenso y no deseado mostrándole cosas al usuario que quizá éste no quería ver, forzándolo a encontrarse consigo mismo y enfrentándole a la existencia de una manera inimaginable. Por esto el LSD y la mayoría de los psicodélicos son mucho más riesgosos que otras sustancias respecto a su consumo recreativo, en palabras de Peter Stafford “Aunque se apunte a la recreación, el alma puede legar a manifestarse de todas formas”.

Comentarios